Escritos | Venderme
¡Hola, lectores! He estado un poco desaparecido. He intentado sacar adelante nuevos proyectos personales y por eso no he estado tan presente acá como antes. Uno de esos proyectos es el de terminar de escribir (¡Por fín!) mi primer libro titulado "Mi Propuesta". Como compensación por este tiempo fuera, les permitiré leer un fragmento del mismo. Es solo una pequeña escena ;)
¿Nos leemos?

"Si me tocara venderme... Supongo que solo diría que soy admirable. ¡Guao! Cuanta humildad, señor. No lo esperaba de ti. — dijo Eli, mientras tomaba otro sorbo de aquella bebida. No, es que ese es el asunto. — respondí. Para cualquiera es fácil proyectar una imagen de sí, y esperar que la compren. El mundo juvenil es una especie de mercado de pulgas. Los hombres buscan eso, y a las mujeres les divierte. Yo, en cambio, he soñado con mi persona ideal desde que tengo uso de razón. Si, el romántico Jim. Siempre ha sido un soñador. — interrumpió Ana entre risas. Ok, eso lo entiendo, pero ¿que tiene de malo venderte como lo que eres? En algún momento tendrás que hacerlo, cuando la conozcas. — comentó Eli. Si, llegado el momento, tengo que venderme, entonces sabré que no es esa la persona que he soñado. Eli me miró expectante. Puedo decirle que soy leal... — continué. Que podría esperar en silencio durante mil años por ella, desconectado de su realidad, en una isla desierta, y que nada me movería de mi determinación por ella. Podría decirle que soy la clase de hombres que promete, y cumple. Que se lamenta por cada promesa que queda en el aire; que admiro los recuerdos, añoro las fotos, amo las risas. Que leo entre líneas, y me fijo en los detalles. Que amo a gritos y río en voz baja. En ese momento, Doug entraba a la terraza donde estábamos nosotros. Miré mi vaso por unos instantes y, aunque intenté contenerme, continué. Que soy de los que perdona hasta las mayores traiciones. Que me decido, y me comprometo desde la primera risa, en silencio, sin que ella sepa. Que se cocinar — reí. Que amo montar caballos, aunque deteste a los animales; prefiero el frío al calor, las montañas a los llanos, un buen libro antes que mil canciones. Y que odio mi poesía, pero que es sincera. Soy de los que se lamenta cuando pierde una foto, por temor a que el recuerdo no sea lo suficientemente fuerte para calar siempre en la memoria. Que se que despertaré antes que mi esposa, solo para verla descansar, admirarla, y erigirla con mil palabras. Que amo a mis amistades. — Alex levantó su vaso a modo de brindis. Que me gustan los cómics, la guitarra y que siempre quise aprender a cantar, dibujar y tocar piano. Por eso les amo a ellos, me complementan. — todos sonrieron. Sofia reposó su cabeza sobre el hombro de Carlos, mientras todos me observaban al hablar. Fue un desahogo, a manera de verborrea. Nunca habría dicho lo siguiente frente a ella, y no se supo que me viera tan descubierto. Que realmente soy débil, pero que me esfuerzo. Y ese es el problema. Quien sea la indicada, debe verme al trasluz de mis errores. Debe ver lo que a simple vista no se ve. Debe ver lo que yo no entiendo de mí. Y hacerme ver. Por eso digo que soy admirable, no porque así lo crea, sino porque en cada uno de nosotros, en cada persona de esta tierra, hay grandes virtudes que admirar. Y quien se vaya a decidir por mí, debe ser capaz de admirar en mí esas virtudes sin que yo me venda. Porque no somos lo que decimos ser, ni tampoco lo que ve el tercero. Todo eso puede estar viciado por egocentrismo, y las opiniones encontradas de otros. No, no somos eso. Somos lo que ven los ojos de la persona que nos ama, y nos admira. Esa imagen es la que nos inmortaliza, que nos hace ser infinitos. Que pone sobre la mesa virtudes y errores, y construye una efigie con todo ello. Que hace un poema de ti, o un retrato, o una fotografía, y te admira. Soy admirable, Eli. Y tu lo eres también. (a mis ojos...). Todos acá somos admirables. Carlos y Alex se levantaron para brindar por el cumpleaños de Ana. Yo sonreí para verles, y reí fuerte al ver como la cargaban entre los dos para lanzarla a la piscina. Pero podía sentir como Eli seguía mirándome. Supongo que, al despertar esa mañana, no esperaba verme en la noche con lágrimas en mis ojos, reír y compartir con quienes representaban tanto para mí."